domingo, 30 de enero de 2011

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Me senté en la vieja cómoda que había en casa de yaya Mónica, ella estaba en la cocina preparando sus deliciosas galletas con leche para mí, el sol se filtraba por las grandes ventanas mientras dejaba ver un precioso y cuidado jardín lleno de amapolas. La flor favorita de la yaya. Siempre cuando necesitaba reparar mi corazón iba allí. Sinceramente, era el mejor lugar donde acudir. Siempre las hermosas palabras de yaya Mónica fluían por mi alma cada vez que ella hablaba. Era como estar escuchando una hermosa melodía que además te hacía comprender que hay mucho más.
Desde pequeña yaya Mónica me ha enseñado que nunca haga caso a mis ojos, sí, porque dicen que los ojos solo ven el exterior, en cambio el interior que es más importante no lo ves a simple vista.
Yaya Mónica es una de esas personas con las que quieres estar, por su sabiduría y sus ganas de vivir la vida siendo que ya es mayor, y que muchas veces su piernas le fallan, pero ella siempre con una sonrisa cuando va mal dice: Mañana será otro día.

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